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Informe Cotec: El capital social español no está preparado para la innovación productiva

20 Diciembre 2013

La distancia con la clase política, la emancipación tardía de los jóvenes, la escasa cultura de asociacionismo y voluntariado o trabajos poco enriquecedores y de escasa autonomía son algunos de los factores que alejan a España de los países europeos de referencia en materia de innovación productiva. Para evitar ese alejamiento, un informe publicado por la Fundación Cotec plantea la necesidad de cambios en el sistema educativo, en el mercado laboral y en la cultura y estructura de las empresas.

Una de las principales preocupaciones de la Fundación Cotec, dedicada a fomentar la innovación en las empresas y en la sociedad españolas, ha sido la de analizar los valores y aspectos sociales y culturales que favorecen o dificultan el desarrollo de la capacidad innovadora de nuestro país. 

Cotec ha querido seguir profundizando en este campo con la publicación de un informe sobre “Capital social e innovación en Europa y en España”, en el que se analizan los efectos del capital social en la innovación productiva en España y su comparación con cerca de una treintena de países europeos.

El documento, resultado de la investigación realizada por el profesor Víctor Pérez-Díaz, doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, utiliza cerca de un centenar de indicadores procedentes de encuestas internacionales relacionados con el capital social, entendido en su sentido más amplio.

Estos indicadores analizan las redes y conexiones sociales en los ámbitos de la empresa, la familia y la sociedad en general, junto a aspectos institucionales y culturales, que incorporan a su vez normas y una cultura moral compuesta de sentimientos de confianza, motivaciones, juicios de valor, disposiciones y virtudes.

La persona es la protagonista de la innovación y por eso es tan importante la “calidad” del capital social de un país para su innovación productiva que, además, es determinante para la mejora de su capacidad competitiva

En todos los indicadores se han tenido en cuenta los efectos, tanto individuales como colectivos, que cada uno de ellos puede tener en la capacidad innovadora de los países contemplados en el estudio, con el fin de explorar mecanismos causales entre capital social e innovación productiva, es decir, la que está dirigida a crear productos y servicios o procesos y tecnologías y ponerlos a disposición de la sociedad.

Se analiza, en primer lugar, el capital social de las empresas, tanto el interno, contemplando aspectos como la experiencia de trabajo, las relaciones entre los trabajadores o el trato que los trabajadores reciben de los directivos; como externo, analizando la cooperación de las empresas con otros actores y el capital social en las universidades, como formadora de investigadores y de otros trabajadores implicados en la innovación.

Se detiene también en el capital social de familias y asociaciones, estudiando la familia, las redes sociales informales o amistosas, y el asociacionismo y su influencia en la innovación.

Por último, estudia el capital social sistémico, contemplando aspectos relacionados con la confianza generalizada de los ciudadanos y su interacción con los principales actores estratégicos, como políticos y funcionarios, empresas y otros agentes del mercado, y con la cultura moral de la sociedad.

El informe señala que existe una clara relación entre la “calidad” del capital social y la innovación productiva en todos los países analizados, y con la mayor parte de los indicadores utilizados.

Una mejor calidad correspondería a sociedades poco individualistas, caracterizadas por niveles altos de capital social interno en las empresas y niveles bajos de capital social universitario y de capital familiar orientados hacia adentro, o endogámicos. También estaría muy relacionado con niveles elevados de capital asociativo y de capital social sistémico; es decir, de pertenencia a asociaciones o entidades sin fin de lucro y de confianza generalizada y en las élites, así como a niveles altos de moralidad sistémica, caracterizada por una escasa corrupción pública, por un reducido intervencionismo estatal y por un buen funcionamiento de la democracia.

España, poco afín a la innovación productiva

El informe distingue en Europa tres grupos de países claramente diferenciados, según se acerquen a ese modelo de capital social afín a la innovación o se alejen de él.

El primer grupo estaría formado por los países nórdicos, incluyendo a Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega e Islandia, junto con Suiza y los Países Bajos. Todos ellos caracterizados por una capacidad de innovación más alta.

El segundo lo integran los países centrales como Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Irlanda y Reino Unido, que presentarían unas tasas medias, salvo en el caso de Alemania que se acercaría más a los niveles del primer grupo. Finalmente, el tercer grupo, el más alejado del modelo noreuropeo, lo formarían los países mediterráneos y de la Europa del Este, caracterizados por bajos niveles de capacidad innovadora.

España se situaría en este último grupo, cuya estructura de capital social es menos afín a la innovación productiva, con una evolución en los principales indicadores analizados caracterizada por su estabilidad en el tiempo, un nivel bajo y una estructura indadecuada.

Los resultados españoles se colocan en niveles entre medios y bajos en todas las clasificaciones, según el indicador de capital social correspondiente, lo que supone una clara barrera que dificulta que España consiga tasas altas de innovación.

El informe destaca que dos de los factores que más nos alejan de los niveles de los países de referencia corresponden a indicadores de capital social familiar y asociativo: la emancipación extremadamente tardía de los jóvenes españoles en el contexto europeo (del 43 por ciento de los jóvenes de 18 a 35 años en 2002-2006, frente a una mediana europea del 53,5 por ciento) y el escaso nivel de pertenencia a asociaciones voluntarias en España (16,8 por ciento en 2004-2006, frente a una mediana europea de 28,8 por ciento).

En el caso de los indicadores de las empresas, señala que en los últimos 30 años el modelo económico español no ha favorecido la creación de puestos de trabajo enriquecedores y que se desempeñan con autonomía.

Algo similar a lo que ha ocurrido con el capital social sistémico, en el que los factores que más nos alejan de esos países siguen siendo, desde el inicio de la democracia, la distancia entre los ciudadanos y la clase política y su escaso interés e implicación en la vida pública.

El documento concluye aportando una serie de sugerencias para la mejora del capital social para la innovación en el caso español, referidas a cambios en la estructura, la cultura y las relaciones con su entorno por parte de las empresas, a reformas en el mercado laboral orientadas a dar mayor seguridad, especialmente a los jóvenes, y a favorecer la movilidad geográfica.

Otras sugerencias se centran en cambios en el sistema educativo y en los modelos de enseñanza, así como en el impulso de una formación profesional de calidad y de una mayor especialiazación de las universidades españolas.

Gráfico países europeos según su estructura de capital social en relación a su tasa de patentes triádicas por millón de habitantes (*)

Gráfico países europeos según su estructura de capital social en relación a su tasa de patentes triádicas por millón de habitantes (*)

(*) Las patentes consideradas de mayor valor comercial y de mayor significación a efectos de innovación son las patentes triádicas, que tienen efectos conjuntos en la Oficina Europea de Patentes (EPO), la Oficina Estadounidense de Patentes y Marcas (USPTO) y la Oficina Japonesa de Patentes (JPO).

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